Todo cambia en el aula. Todo es diferente cuando lo que estamos haciendo tiene una finalidad, un sentido, no solo rellenar un cuaderno o responder a un examen. No hay nada peor para una persona que hacer algo que no sabe muy bien para qué sirve. Es, como cuando las instituciones nos piden rellenar formularios, sabiendo que nadie va a mirar. A veces a la enseñanza le ocurre algo así. Los estudiantes escriben sin saber muy bien cuál es el sentido de lo que hacen. No saben para que les va a servir ni le ven utilidad a su trabajo en clase. Sin embargo, todo cambia cuando lo que hacemos tiene una explicación.