Se trata de una técnica cooperativa que he puesto en práctica y que me dejo apuntada para seguirla usando en el próximo curso. Normalmente los estudiantes están más acostumbrados a responder que a preguntar. Así, por tanto, cuando se les pide que pregunten, tienen que hacer un esfuerzo importante y el aprendizaje, se dispara, porque no se puede preguntar algo que no se sabe o no se conoce. Elaborar preguntas, por tanto me parece muy interesante, por dos razones: una para poder comprender un tema o parte del mismo que no nos ha quedado claro o también para preparar preguntas a otros/as compañeros/as para evaluar el tema. En este caso, el cajón de las preguntas es para resolver cosas que no nos han quedado claras de un determinado aspecto que hemos trabajado.

Para generar el cajón de preguntas, se puede utilizar múltiples soportes: Puede ser un texto o determinado aspecto de un tema que se distribuye a todos/as los alumnos/as por igual. También puede ser después de ver un audiovisual o documento en la pantalla digital, después de una exposición que haya hecho algún grupo. También tras la explicación del docente. Es decir, en primer lugar se tiene que contar con un aspecto que se quiera trabajar y que se ha expuesto convenientemente a la clase de múltiples modos.
Tras esa explicación o lectura del documento en un trozo de papel (por ejemplo, un folio dividido en cuatro partes) cada persona elabora una o varias dudas que le surjan del tema propuesto. Transcurrido ese tiempo, no superior a tres minutos, se les da tiempo a que dentro de cada grupo se pueda resolver la duda. Es decir, cada componente del grupo le expone al resto de grupo base su pregunta. Si alguien la puede resolver, no pasa nada, se apunta en el cuaderno y listo. Pero, las dudas que queden sin responder se colocan en una caja de dudas. Puede ser una caja de zapatos que el profesor/a pasa por todas las mesas.
Cuando se han recogido las dudas de todos los grupos base, el profesor/a saca una duda y la lee en voz alta a la clase, para ver si alguien de algún otro grupo puede responder a esa cuestión planteada. Si algún grupo la responde, podemos colocarla en la pizarra para que todos/as la tengamos clara. Si no hay nadie en la clase que pueda resolver la duda, lo hará el profesor/a.
Si la clase está gamificada, se pueden otorgar recompensas al grupo de quien resuelva la duda de forma correcta. Si no es así, un aplauso para el grupo que sepa contestar correctamente, es suficiente. Esta dinámica genera muchísimo interés y motivación hacia el aprendizaje, invita a leer bien y con detenimiento, si se trata de un documento o estar muy conectado si se trata de un video o cualquier otro documento gráfico.
Pingback: El cajón de las preguntas — | Desde mi Salón