La burocartización nos lleva durante los últmos días de clase a completar informes, dossier, cuya utilidad desconozco. Entre las tantas cosas que tenemos que hacer los profes por estos días es justificar los supensos. Si. No es ninguna broma hay que poner clarito y con buena letra porque suspenden los alumnos. Además, esta información hay que hacerla ahora desde el punto de vista competencial.

No es que tenga nada en contra del trabajo que nos pide la administración. Aunque probablemente nadie lea esos informes, probablemente tenga un sentido. El sentido que le encuentro es que el/la docente hace una reflexión final sobre su trabajo. Con muchos tecnicismos se respondería a ¿Qué tal ha ido el curso? ¿Qué problemas se han encontrado? ¿Qué soluciones se aportan para el próximo curso? Lo cual, sin duda puede ser muy interesante para darle una lectura en septiembre, porque obviamente dudo mucho que alguien vaya a leerse esos informes.
Imaginemos un centro no muy grande, de veinte o treinta profesores/as. Cada uno elabora su informe de final de curso de unos diez folios Tenemos doscientos o trescientos folios que alguna autoridad educativa debería leerse. Pensemos en que esa figura sea la inspección y que tenga a su cargo diez o doce centros de ese tamaño ¿Se leerá toda esa información?
Sin embargo mi reflexión no tiene que ver con la validez o no de los informes, que insisto, puede ser una buena herramienta para que cada profe haga su reflexión sobre la marcha del curso. Lo que me parece es que con la novedad este año de hacer un informe de las personas suspensas. En mi humilde opinión se trata de justificar lo negativo, se negativiza la enseñanza, porque nos centramos en lo que ha ido mal. Así la cuestión sería ¿por qué en lugar de centrarnsos en los que suspenden nos centramos en los que aprueban? ¿Por qué no se hace una valoración de las cosas buenas que han pasado, de las personas a las que les ha ido bien, teniéndonos que centrar en los suspensos?
Deberíamos, creo pensar en una enseñanza más en positivo, pensar en lo bueno y no en tratar de explicar competencialmente porque un/a alumno/a que no ha venido a clase suspende. Esa energía la gastaría en valorar lo bueno que ha ocurrido en el curso o en los motivos por los que se aprueba, para potenciarlo en cursos siguientes.