Estamos casi finalizando un curso atípico. No se han organizado salidas extraescolares, se ha mantenido distancia, limpieza, aireado de las aulas. Pero quizá, porque estamos terminando y, porque se empieza a ver algo de luz, al final de este túnel pandémico, es por lo que me han autorizado a realizar una salida extraescolar. Se trata de una salida con sentido, razonada con compañeros y, de manera especial, con los chicos y chicas.

Me toca ver un tema de arte, dentro de los últimos Criterios de 2 Bachillerato. Les confesé a los chicos y chicas, que me parecía un disparate ponerme a hablar de arte, cuando mirando por la ventana, a menos de un kilómetro veo un Templo barroco, cuyo origen se remonta al siglo XVI, en cuyo interior se encuentra un museo. Podría estar dando una disertación magnífica, traer las mejores imágenes en clase, pero una experiencia así no es igual, ni por asomo, a visitar el propio museo, impregnándose de la historia y belleza que las imágenes nos transmiten.
Aún así visitar un museo simplemente por verlo, no le veo demasiado sentido. Nos podrá parecer divertido e, incluso, apasionante al admirar la majestuosidad de lo que el templo alberga, así como su propia construcción. Pero, considero, que para que sea una visita significativa e importante, para darle un sentido a lo que hacemos, tiene que haber algo más. Así que les hice un reto a los chicos y chicas de segundo de bachillerato.
La propuesta consistió en visitar el lugar, sí. Dedicamos media jornada escolar, unas tres horas a la actividad. Pero la cuestión no sería simplemente escuchar a una estupenda guía que nos contó con todo lujo de detalles las maravillas del Templo de La Concepción. La idea era otra. Así, le pedía a la guía que nos diera en primer lugar una visión general del espacio. Cuando nos dio ese breve conocimiento, los chicos y chicas en cada uno de sus grupos debían decidir especializarse o hacer una investigación más profunda de algún elemento: cuadro, escultura, pintura, retablo, detalle, etc. Luego, por razones de espacio no todo el grupo podía realizar la vista al museo, así que la mitad del grupo se quedó trabajando en su proyecto y el otro grupo entró al museo y luego se intercambiaron.
El objeto de la visita, se trata de que los chicos y chicas realicen una investigación sobre los pormenores de la obra escogida. Pero no simplemente se trata de una investigación para que quede en clase, sino que su trabajo, además de ser expuesto en clase, habríamos de compartírselo a compañeros/as de otro curso que también tengan que ver algo de arte a lo largo del curso. Los mismos grupos se encargarán de ir a otras clases para exponer el proyecto en el que han trabajado en la visita y también en clase.
Así todo cambia. La salida tiene sentido. No se trata sólo de ir a visitar un espacio, sino que de esa visita se extraen aportaciones positivas y válidas para sus propios compañeros que conocen los detalles de algún lugar del Templo, sino que además, se lo cuentan a otros compañeros. También contemplamos la posibilidad de difundirlo a través de soportes digitales. Ya no son meros espectadores de un lugar, de un museo, se convierten en protagonistas de la experiencia.