Comienzo el año escolar haciendo revisión, como indicaba en la entrada anterior. De esa revisión surgen muchas e interesantes propuestas. Sobre todo, conocer aquellas cosas que a ellos/as, los estudiantes, no les gusta o detestan de su estancia en las aulas. O también, si queremos traducirlo en positivo, lo que sí les gusta de las clases o como les gusta aprender. Algunas de esas cosas, las más repetidas, son estas:

No quieren memorizar: Seguramente es la queja más repetida. Están cansados/as de memorizar para luego soltar en un examen esa información y olvidarla rápidamente. Cuando lo que prima, sobre todo, es la nota del examen, la mejor herramienta es la memoria, lo cual hace que no siempre exista el verdadero aprendizaje, sino más bien “memorizaje”. Los chicos y chicas son conscientes de que no se trata de una forma válida para aprender, porque comprueban que olvidan aquello que ponen en el examen con mucha rapidez.
No quieren deberes: ¡Tenemos vida después de clase! ¿Por qué se empeñan en mandarnos tanta tarea? ¿No es suficiente con las seis horas de clase? Son algunas de las preguntas que plantean los jóvenes. Comprenden, que en ocasiones es necesario repasar o repetir algunos ejercicios durante la tarde, pero no ven la necesidad de tanta tarea todos los días. Hay, quien con mucho criterio, propone que se realicen tareas, cuando sea conveniente: si no se ha hecho en clase, si se necesita repasar, pero no es positivo tener que hacer tareas por sistema, todos los días. Sinceramente, nunca he entendido bien lo de las tareas como repetición de lo visto en clase. Podría ser una buena tarea, investigar en la red, leer un texto, localizar en su barrio algún elemento que se está viendo en clase. Pero la tarea como parte de la clase, como una extensión de la misma, no lo comprendo muy bien.
Que seamos notas: Se quejan del trato, la atención y clasificación en función de una nota de un examen. No comprenden como se clasifica a los/as estudiantes: bueno o malo, se les trata mejor o peor en función de la calificación de un examen. No se les explica igual, no se dirigen igual a todos/as, sino que se clasifica por su nota de examen. Deberían tratarnos a todos por igual, piden.
Lo que se da en clase no sirve para nada: Creo que ya lo he nombrado en alguna ocasión, por lo que los chicos y chicas me comentan. Creían y, siguen pensando igual, que hay desconexión entre lo que se da en clase y sus vidas. No le ven utilidad a todo lo que aprenden. Seguramente los profes vemos muy importante todo lo que damos en clase, que tiene alguna aplicación, pero a mi poco entender, lo que sucede, es que quizá, no hemos sabido darle la vuelta o mostrar esa posibilidad de aplicación en su vida cotidiana. No hemos llegado a mostrar bien la importancia de los contenidos que damos en clase, no les damos un porqué estudiar la materia que impartimos.
Unas clases más prácticas: No les gusta la teoría. Quieren moverse, hacer, practicar. Afirman, con razón que el conocimiento está en la red, pueden consultar las páginas y los videos en cualquier momento, por eso quieren aprender a hacer. Aprender haciendo, más que escuchar recitar a un profesor/a o repetir lo que quieren oír en un examen. Esta última parte sí que la tengo clara desde hace muchos años y por eso el aprendizaje en proyectos y cooperativo. Para aprender haciendo.
Podría seguir con más reflexiones de los/as estudiantes muy ricas e interesante de estos días. Pero haría una tesis y no es mi estilo hacer entradas demasiado grandes, así que realizaremos más reflexiones sobre las demandas de los chicos/as de hoy. ¡Temenos tanto que aprender!