Es una de las afirmaciones que constato cada año en el Campus. En las últimas entradas he contado algo delos trabajos de competencia lingüística que hemos realizado en la actividad de voluntariado que realizo en verano. Con lo que respecta a matemáticas se demuestra que no se enseña para pensar, sino para copiar. Los estudiantes ponen el resultado que el docente les pide. En general no se paran a razonar el resultado.
En matemáticas fundamentalmente hacemos “problemas problemáticos”. Se trata de plantear retos que deben resolver en un tiempo determinado utilizando sus nombres y situación que se pueden encontrar en su vida cotidiana. Ilustro el titular con dos ejemplos. Esta semana hemos trabajado fracciones. Los retos eran simpáticos: Tenemos una tarta, llega, un grupo de personas se comen la mitad, otro grupo las tres cuartas partes de lo que queda y por último, un participante del campus se toma 3/5 de lo que queda. Es probable que un matemático lo resuelva con una simple operación de fracciones. Yo no entiendo mucho de matemáticas, pero ninguno de los participantes tampoco. Alumnos de sexto de primaria y secundaria no sabían como resolverlo. Me animé a dibujar la tarta. Teníamos que buscarle una solución. Y mediante el dibujo lo solucionamos.
El otro ejemplo tenía que ver con un problema de medidas de superficie. La casa de Samuel tiene una piscina de 50 metros cuadrados y un solar edificado de otros 50 m2. ¿Cuanto mide su propiedad? Solución que aportaron todos: 2.500 m2. Ninguno fue capaz de pensar que una propiedad de 2500 metros cuadrados era una barbaridad. Tuve que bromear sobre el tamaño para que tuvieran alguna duda sobre la dimensión de la casa.
El problema se plantea, creo, porque se acostumbran a poner sólo el resultado. Ponen la conclusión la respuesta correcta y se da por válida. Se trata de una solución que han averiguado a base de probar, sin conocer realmente porqué hacen esas operaciones. Si en el examen contestan que 2 x 2 = 4 lo damos por bueno aunque no se sepa lo que están haciendo. Es frecuente que cuando se les plantea un problema preguntan ¿hay que multiplicar? ¿Dividir? ¿Sumar?… van diciendo hasta que aciertan, pero no porque realmente conozcan el razonamiento de lo que están haciendo, sino porque dicen cosas hasta que alertan. Existe un error de base, de cimientos. Habría que plantear promover el pensamiento lógico, comprender de verdad lo que se está haciendo, verle su sentido práctico para comprenderlo. Si no es así, los estudiantes no les importará pensar que su casa mide 2.500 metros cuadrados.
Mucho tendrá que cambiar la educación
Pingback: No se enseña para pensar — profeJesús | Desde mi Salón