Esta semana me sorprendía en una conversación con un compañero que decía que le iba fatal con un grupo con el que trabajo maravillosamente. Casi siempre los profes tenemos algún grupo que no nos gusta, con el que no funcionamos y entramos en una dinámica complicada. Y también nos sucede al contrario, otros con los que trabajamos muy bien. Es verdad que este año he tenido algún tropiezo. La solución es sencilla: Eres lo que haces, lo que proyectas en el aula. Tu clase es tal como eres tu.
No puedes transmitir algo que no sabes. Eso es una obviedad en la enseñanza. No puedes enseñar lo que no sabes. Por eso se necesitan profesores especialistas en cada materia. Sin embargo, hay algo que no se nos enseña a los que trabajamos con estudiantes: a estar bien emocionalmente. En un curso, el ponente decía que los profes son un poco como los presentadores del telediario: tienen que tener siempre un buen aspecto, sonreír, aunque interiormente lo estén pasando mal. Nuestra actitud en el aula lo determina todo. Lo he comprobado una vez más, esta semana.
Como decía al principio el compañero me hablaba de su grupo con el que no podía trabajar y yo le decía que también tenía algún problemita con otro grupo. Un problema que zanjé esta semana. Lo que me sucedió con este grupo fue que no tenían muchas ganas de trabajar. Bien —les dije— trabajaremos al estilo tradicional en la próxima clase. Si no quieren hacer cada uno su parte y trabajar en equipo, haremos una clase normal. A la siguiente clase, los coloco individualmente y trabajan cada uno en lo suyo. El enfado de los estudiantes era mayúsculo. Tal es la cosa, que antes de que tocara el timbre algunos estaban ya en la puerta, dispuestos a a salir. Vuelvo otra vez a la bronca, gritos (dramatizando, claro) un silencio grande y al final, nos vamos
¿Qué es lo que había sucedido? Que mi actitud en el aula determina todo. Si me enfado, ellos se enfadan, si estoy bien, ellos están bien. En el ejemplo anterior, situación se había ido agravando, hasta terminar casi con una ruptura. ¿Cuál es la solución? Romperla con buen rollo. Así que a la siguiente clase, sonrisa de oreja a oreja y les indico que tenemos que decidir lo que queremos hacer. Si vamos a estar en grupo, tenemos que comprometernos todos y si no, de manera individual.
Se lo pensaron, se colocaron adecuadamente y trabajamos maravillosamente. La cuestión es, como con todo en la vida. Me hiciste algo, me enfado y, como me enfado, te la devuelvo, al que se la devolví, se enfada más y me vuelve a hacer otra… al final acabamos en una espiral de violencia y de mal rollo increíble. Es una situación que se puede llevar a cualquier terreno personal y de relaciones con cualquier persona o colectivo. A veces, cuando la situación se enquista, no hay nada mejor que reflexionar, valorar, darle humor y empezar de cero, porque si no, las consecuencias pueden ser catastróficas. Hay que estar bien para hacer las cosas bien.