Este curso, después de unos ocho años en secundaria y bachillerato, no soy tutor. Pero me ha correspondido entregar las calificaciones de un compañero de baja por enfermedad. La entrega de notas me permite reflexionar sobre este momento tan agridulce. Amargo para unos, alegre para otros. Aunque, sinceramente, no me convence el formato actual de calificaciones ni que exista un momento puntual de evaluación o calificación.
El aprendizaje ha de ser continuo, sin segmentarlo. Aunque reconozco que es bueno tener unos momentos de ver resultados pero no necesariamente por trimestres perfectamente delimitados y cerrados. Mucho menos con exámenes globales. Precisamente, en esos exámenes se está demostrando que los alumnos estudian para vomitar lo aprendido y olvidar. El conocimiento no se puede determinar por una prueba escrita que nos da un resultado final. Aprender comporta muchas cosas, no solo pruebas y calificaciones.
Aprendí de un padre, hace mucho tiempo que las evaluaciones servían de bien poco, cuando me planteó ¿que sucede si una persona en la fecha del examen tiene un mal día? ¿Qué ocurre, si por circunstancias, no acude a realizar una o dos pruebas claves en el trimestre? ¿Ese estudiante no sabe? ¿No ha aprendido? Las evaluaciones son continuas, así lo dice su apellido, por esa razón no sirve de mucho seccionar y delimitar contenidos.
En ocasiones algún mal profesor en una sesión de evaluación le ha bajado un punto o suspendido a un alumno porque tuvo mal comportamiento ese día. Porque no presentó un trabajo. ¿Puede ser ese un motivo de suspenso un sólo día un solo trabajo? Evidentemente no. Apuesto por un sistema de verdadero aprendizaje y calificación continuado que valora el progreso del estudiante. Desde hace años aplico ese sistema, voy valorando todo lo que se hace en clase, en momentos puntuales hay pruebas que sirven para asociarlas a un estándar, pero no mucho mejores que otros aspectos que uso para calificar como su trabajo continuo en clase. Este año estoy implementando este trabajo con rúbricas que los propios estudiantes completan en determinados momentos, de manera que saben lo que han aprendido inmediatamente o si se han equivocado.
Con todo, las notas o calificaciones son momentos concretos de chequeo que puede resultar injusto y que estaría suplido por un seguimiento más continuo del progreso del aprendizaje y contacto permanente con las familias que podrían conocer en todo momento la evolución y avance de sus hijos. Las calificaciones y su entrega en navidades es un momento injusto. El examen, generalmente no califica nada, solo la capacidad de memoria.