Subir las sillas al final de la jornada

Dicen los entendidos que aprendemos mucho más con lo que se nos transmite de manera informal. La comunicación no verbal, la forma de hacer las cosas, el talante es algo que va aparejado a la forma de enseñar y transmitir. Por tanto, creo que muchas veces enseñamos mucho más con lo que no decimos que con lo expresado. Subir las sillas al final de la jornada es un ejemplo de ello. 

profe jesus sillas subidas

Desde siempre me he solidarizado con el personal de limpieza. Realizan en mi centro un trabajo formidable y nos piden, con razón, que al final del día dejemos en el aula que nos corresponde las sillas sobre las mesas para poder realizar mejor su trabajo. Obviamente, subir una o dos sillas no cansa, pero doscientas, seguramente sí. Por tanto, como es lógico, siempre pongo especial interés en que se la clase se deje tal como debe ser: Sillas sobre la mesa.

Como ya imaginarán, por falta de educación, civismo o lo que quieran, siempre hay algunos alumnos que no llevan a cabo esta tarea. Seguramente, son de los que piensan que hay que tirar papeles al suelo, para que el personal de limpieza tenga trabajo. Como es imposible controlar a un grupo numeroso, cuando salen en desbandada algunas sillas quedan sin colocar. De manera que ese trabajo lo termino yo sin ningún tipo de problema.

Sucede que algunos alumnos no salen tan rápido y se han dado cuenta de lo que hago cada final de la jornada sin enfadarme, sin lanzar improperios, sino como algo que considero absolutamente normal, coloco tranquilamente las sillas sobre la mesa de los estudiantes que no han realizado este trabajo. Esos estudiantes, los que se quedan rezagados, sin decir nada, sin mediar palabra, no sólo han recogido su silla, sino que además, habitualmente se ponen  a ayudarme, dejando la clase perfectamente ordenada. Terminado nuestro trabajo, subo también las silla del profesor, doy las gracias por la colaboración y nos vamos. 

Cuando esto empieza a suceder habitualmente, me viene esta reflexión. La importancia de nuestro ejemplo y actitud en el aula y con los demás. No podemos recibir algo que no damos. No podemos enseñar, si no se dan las condiciones apropiadas para ello. Nuestra actitud es fundamental. Se aprende mucho más con lo que no se dice, que con lo que realmente se quiere explicar, incluso cuando se suben las sillas al final de la jornada.

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