Una de las frases mas maravillosas que he leído sobre la vocación de enseñante, llegó a mis manos recientemente y decía algo así: «pensar que el profesor solo trabaja cuando da clase es como creer que el deportista sólo entrena en las competiciones». Porque nadie duda de la necesidad de entrenamiento para cualquier persona que practique alguna modalidad deportiva con algo de éxito. Lo mismo sucede para un docente. No creo que exista nadie que continuamente se presente ante sus alumnos sin preparar sus clases.
Esta vocación tiene sus cosas buenas y malas. Es verdad que tiene muchas vacaciones. Hay periodos muy largos en los que se desconecta totalmente de las aulas y de la enseñanza como en verano o Navidad. Sin embargo, pese a esa desconexión directa del aula, el buen docente está siempre trabajando, buscando, investigando, leyendo, para estar más formado y preparado para sus clases. Como el deportista, se ocupa a tiempo completo en su trabajo o vocación. Es verdad que hay profesores que no son así. También hay deportistas que no se preparan concienzudamente y por eso fracasan, igual que un profesor.
Durante los periodos de descanso, como el que hemos disfrutado durante la Semana Santa se sigue leyendo, buscando, reflexionando sobre como mejorar nuestro trabajo en el aula. Si encontramos algún recurso, lo guardamos o lo anotamos, si se nos ocurre una idea, presurosos la guardamos para utilizarla con posterioridad. Es como el deportista, pero quizá esa labor callada e interior del maestro no se visibiliza tanto como la del deportista.
Nos queda un trimestre por delante para concluir el curso y la ilusión se mantiene por seguir perfeccionando y mejorando aquello que hacemos. Quizá el tiempo pase demasiado rápido y el curso se está yendo con demasiada velocidad, pero el maestro sigue buscando, mirando y pensando la manera de optimizar su tiempo para que el objetivo el aprendizaje se cumpla sin dificultad.