Circulan numerosos chistes sobre la felicidad de los profesores en el comienzo del mes de julio. Gráficos que no tienen nada que ver con mi forma de pensar. Bajo mi punto de vista, un buen profesional de la enseñanza o de cualquier otra profesión, si quiere ser feliz, debería estar tan alegre un uno de julio como un uno de septiembre.
Los profesores, tal como lo concibo yo, deberían estar felices hoy y siempre. Tanto un 1 de julio como un 15 de septiembre o un día de evaluaciones. Este modo de pensar tiene más que ver con la personalidad del maestro que con su trabajo. Pensar que un uno de julio es un día maravilloso y que el primero de septiembre es horrible, nos lleva irremediablemente al fracaso no como docentes, sino como personas. Vivimos en una sociedad donde el modelo de pensamiento nos propone que los viernes son días absolutamente maravillosos y los lunes días horribles. Recuerdo que hace años cuestioné este modelo de pensamiento en una reunión en la que se hablaba de este tema. Pregunté: ¿Qué sucede cuando te gusta tu trabajo? Se hizo un silencio que nadie pudo romper de forma coherente.
Ese mismo sistema de pensamiento nos «obliga» a creer que en julio somos felices y en septiembre desgraciados; que debemos pasarnos toda la vida ahorrando para tener una jubilación decente, a odiar los lunes y venerar los viernes. Pero ¿no podemos ser felices un lunes? ¿Y un uno de septiembre? La felicidad la veo más como un equilibrio de todas aquellas cosas que nos ocurren. No debo esperar un pico de felicidad hoy porque estamos empezando julio y un descenso de mi alegría cuando llegue septiembre. Más bien lo veo como un equilibrio. Soy tan feliz hoy, como dentro de dos meses, porque soy capaz de adecuar mis emociones a aquello que me rodea.
Por otra parte, no creo que la ociosidad provoque mayor felicidad. Me da la impresión que es lo contrario. Tener la mente desocupada, disfrutar del ocio por el ocio sin nada que hacer, provoca más problemas que beneficios, tales como depresiones y rupturas. Basta con mirar las estadísticas para comprobar que la mayor parte de las separaciones y rupturas de pareja se produce, precisamente ahora, en verano, cuando tenemos mayor tiempo libre y lo empleamos mal.
Mi tiempo de ocio en verano lo completo con más actividades. Me reservo 15 días para viajar y descansar, pero el resto del tiempo lo ocupo en actividades de voluntariado y ayuda a los demás. Son labores que, realizadas con el corazón, proporcionan mucha más felicidad a quien da que a quien recibe. La lectura y la formación no puede faltar durante el verano, completando de esa manera, junto con el disfrute de la familia, un espacio maravilloso de felicidad, igual o parecida a la del uno de septiembre.