Terminamos el trimestre, se acerca la Semana Santa y es tiempo de calificar y puntuar a los alumnos. Una parte complicada del mundo educativo. Los alumnos no suelen estar satisfechos con su calificación, las familias tampoco y los docentes pasan por unos días de correcciones y jornadas maratonianas de evaluación. Sin lugar a dudas, es la parte menos agradable de la docencia.
No me gusta el modelo actual por algunas razones. Sin embargo, alguna manera debe existir para comprobar que los estudiantes han conseguido los objetivos propuestos para el curso en el que están matriculados. Algunas razones por las que no me gusta el sistema son:
La nota de actitud
En algunos casos se suspende a los estudiantes «por la actitud» Es decir porque el alumno no tiene un buen comportamiento en clase. Muchos profesores bajan nota por esta razón aunque el alumno consiga los objetivos propuestos, algo que no entiendo muy bien. Si debemos evaluar que el alumno sabe contar hasta diez y, algún estudiante sabe hacerlo pero no sentado formalmente en su sitio sino correteando por la clase ¿por qué habríamos de suspenderlo?
Los números
Generalmente se califica a los alumnos con una nota del uno al diez. Los números de las calificaciones únicamente generan competitividad ¿Quién es el mejor de la clase? el que tiene muchos 9 o 10. Hace años hubo una experiencia interesante, que me gustaba y que consistía en poner en las calificaciones algunas siglas en lugar de números. Necesita Mejorar (NM) o (PA) progresa adecuadamente. Sin embargo, no duró mucho la experiencia porque esa sociedad competitiva necesita de alumnos brillantes, de algunos que no son tan buenos y de fracasos que no pasan de cinco. Por tanto, me gustan los números en las calificaciones ni del uso que se hace de ellos.
El suspenso es un fracaso
¿Conocen a algún alumno que se alegre de suspender? Es probable que en el grupo, en el trato social, algunos estudiantes digan que no les importa, que les da igual. Sin embargo, en su interioridad no está nada satisfecho. El suspenso es un fracaso personal de una persona que por distintas razones no ha podido conseguir los objetivos que se proponían para el trimestre o el curso, por lo que debe sentirse mal, marginado, aislado e incapaz de abordar una situación que no puede resolver y que el sistema tampoco le ayuda a solucionar.
Tampoco entiendo demasiado cuando en alguna materia más de la mitad de la clase suspende y parece que no ocurre nada. Algo falla cuando los estudiantes no son capaces de superar aquello que deberían. Algo ha ocurrido, alguien debería tomar cartas en el asunto, pero no ocurre así.
Evaluar y calificar es un deber de todo docente y estudiante. El que aprende ha de saber su grado de adquisición de los contenidos previstos. Sin embargo, me parece una de las partes más engorrosas por tener un sistema que no soluciona el fracaso, sino más bien lo condena y lo excluye, haría falta otras herramientas y medios para ayudar en esos casos… pero de ello hablaré en otra entrada.